No es el que te saluda porque os conocéis, habláis pero nada
más. Un amigo de verdad, cuando te ve, se le pone una sonrisa de oreja a oreja,
te saludará afectuosamente, te preguntará por tus problemas, por tu familia y
en general, por tus cosas.
Y es que te quiere y se acuerda de las cosas que le has
contado. Nunca, a no ser que tenga mucha prisa, dejará de pararse contigo a
hablar de cosas interesantes, que llegan al corazón.
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De esos hay pocos y están muy contaditos. Suelen ser alegres,
a pesar de las desavenencias de la vida. Nuca vendrá a contarte sus penas, pero
si habéis de hablar, hay que contar lo que uno siente, pero dándole poca
importancia, siempre achicando los problemas.
Siempre te dará ánimos. Si puede te aconsejará sobre lo mejor
que puedes hacer. Te verá de lejos, y te llamará por tu nombre, porque se
acuerda de él, no como otros que no se acuerdan cómo te llamas.
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Si le pides un favor, se ofrecerá a ayudarte en todo lo que
pueda. Por ejemplo, si no entiendes algo de tu móvil, él con paciencia, te lo
explicará. Te dará su número de teléfono para que os llaméis.
Estará contigo para lo bueno y para lo malo, no como otros
que están solo para los buenos momentos. Cuando las cosas van mal, te dan de
lado y es que son amigos de conveniencia.
Para que la amistad sea completa, tú tienes que corresponderle
y hacer con él, las mismas cosas que él hace contigo.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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