Yo soy amigo de todo el que se precie, pero si yo atiendo
correctamente a una persona, no puedo por más que aquella me atienda, de la
misma manera a mí.
Todo esto viene al caso, de una experiencia desagradable, que
he tenido hoy con cierta persona, que, hablando claramente, me ha dado una
puñalada trapera, por la espalda.
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Yo lo consideraba como amigo íntimo mío y tras hablar
sinceramente con él, me ha dado la espalda de la forma más repugnante, que se
puede dar a una persona.
Por eso digo y repito, que amigos, contra menos, mejor,
porque cuando menos te lo esperas, te dejan tirado en la cuneta, como quien
abandona a un perro.
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Los amigos, que lo son, se precian por hacerse mutuamente
favores, se alegran de verse, hablan de corazón, pero de esos hay muy pocos y
están muy contaditos.
Que si yo saludo, por ejemplo, a una persona asiduamente, no
puedo por menos, que susodicha persona, me devuelva el saludo y que no vuelva
la cara para otro lado.
Me sale del corazón, si yo tengo un amigo es para lo bueno y
para lo malo, no solo para saludarle como a un desconocido y si te vi, no me
acuerdo.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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