TSegún la estadística, los hombres somos más infieles que las
mujeres. Pero ¿qué es la infidelidad? No es solo el hacer el acto sexual, sino
también tocamientos, caricias, besos en los labios, coqueteos y hasta
masturbación, o mirar con deseo a ese hombre, a esa mujer.
Diréis que siendo así, todos somos infieles. Por desgracia
si, unos más, otros menos, todos caemos en la trampa y pensamos: “que buena
está esa tía” o “que hombre más hombre”.
A los hombres nos gusta mirar a las mujeres y no sería malo
si no la deseáramos, pero la mayoría de las veces, lo hacemos.
Las mujeres dicen que quieren sentirse guapas y se ponen ropa
sexy ¿para qué? Pregunto yo. Pues para que los hombres las miremos, por lo
tanto no es correcto su proceder.
Es prácticamente imposible ser infiel a tu pareja o evitar,
si no la tienes, el pecado que supone cada uno de los casos de infidelidad
descritos.
Se puede, perfectamente, estar hombres y mujeres juntos sin
cometer fallos, que nos llevarían por caminos tortuosos, como violaciones,
madres solteras y sin compañero, separaciones y divorcios de parejas, sexo por dinero…
Si cumpliéramos estas cosas, seríamos perfectos en el tema.
No es así porque sino no nacerían los suficientes bebés, que vendrán a
sustituirnos en este mundo imperfecto. Lo que si podemos hacer es reducir al
mínimo esos deseos morbosos, que nos llevan por el mal camino.
El trato hombre con mujer puede ser muy agradable, sin cometer
fallos. Y lo es. Yo me trato con mujeres y no las deseo, pero muchas veces veo
a una mujer bonita y bien hecha y caigo en la tentación, sobre todo cuando van
enseñando los pechos o con ropa traslúcida o muy ajustada, o es una mujer
hermosa, o bien va provocando.
De cualquier forma, estamos condenados a entendernos y este
entendimiento es más agradable, cuanto más fieles seamos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.odos, prácticamente, nos creemos la persona más inteligente
del mundo y en cierta manera, tenemos un tanto de razón, porque en nuestro
oficio, trabajo o quehaceres, nadie sabe mejor que uno mismo del tema.
Mi ánimo no es ofender a las personas que por sus estudios,
trabajo que realizan o la brillantez como ilustre persona, si no dignificar a
aquellos que nadie alaba y que, sin
embargo, hacen su tarea en silencio y son unos número uno en su profesión.
Por estas razones, que nadie se crea el único, que somos
siete mil millones de habitantes en el planeta y cualquiera de nosotros puede
ser tan inteligente o más, que esos que brillan por sus obras en la vida.
No es de ser inteligentes el ser arrogantes, presumidos ni
esos que se vanaglorian a sí mismos, sino más bien, las personas que son
sencillas desenfadadas y que odian meterse en problemas que a ningún sitio
llevan.
Que no vaya nadie a menospreciar a un barrendero, a un
albañil, un mecánico, un fontanero…porque en su trabajo son brillantes y nadie
sabe más de él, que ellos. Vuelvo a repetir que admiro a la persona que tiene
dos o tres carreras universitarias, a los políticos y, sobre todo a la gente de
bien.
La inteligencia es un
don que tiene toda persona. Otra cosa es que brille más o menos, de cara a los
demás. El hombre o la mujer que piensa, que razona las cosas antes de hablar,
que es simpático, agradable y que no se mete en la vida de los demás es, sin
duda, digna de ser puesta en un pedestal imaginario.
Cualquiera que lea estas letras, seguramente, pensará que soy
un creído. No es así, sino todo lo contrario. Eso si tengo buen ojo para
distinguir el bien del mal, el inteligente del que lo es menos…
Hay personas que son obstinados, que creen saber de todo.
Déjalos que sigan su camino, pues cada uno tenemos nuestra parte de verdad. El
tiempo demostrará si tenían razón o no. Yo soy uno de ellos, y lo reconozco que
soy testarudo, pero escucho la razones de los demás y no los desprecio. Vivo mi
vida y dejo que los demás vivan la suya, como libres que somos todos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.