martes, 19 de junio de 2018

DE INTELIGENTES


Todos, prácticamente, nos creemos la persona más inteligente del mundo y en cierta manera, tenemos un tanto de razón, porque en nuestro oficio, trabajo o quehaceres, nadie sabe mejor que uno mismo del tema.
Mi ánimo no es ofender a las personas que por sus estudios, trabajo que realizan o la brillantez como ilustre persona, si no dignificar a aquellos que nadie alaba  y que, sin embargo, hacen su tarea en silencio y son unos número uno en su profesión.
Por estas razones, que nadie se crea el único, que somos siete mil millones de habitantes en el planeta y cualquiera de nosotros puede ser tan inteligente o más, que esos que brillan por sus obras en la vida.
No es de ser inteligentes el ser arrogantes, presumidos ni esos que se vanaglorian a sí mismos, sino más bien, las personas que son sencillas desenfadadas y que odian meterse en problemas que a ningún sitio llevan.
Que no vaya nadie a menospreciar a un barrendero, a un albañil, un mecánico, un fontanero…porque en su trabajo son brillantes y nadie sabe más de él, que ellos. Vuelvo a repetir que admiro a la persona que tiene dos o tres carreras universitarias, a los políticos y, sobre todo a la gente de bien.
 La inteligencia es un don que tiene toda persona. Otra cosa es que brille más o menos, de cara a los demás. El hombre o la mujer que piensa, que razona las cosas antes de hablar, que es simpático, agradable y que no se mete en la vida de los demás es, sin duda, digna de ser puesta en un pedestal imaginario.
Cualquiera que lea estas letras, seguramente, pensará que soy un creído. No es así, sino todo lo contrario. Eso si tengo buen ojo para distinguir el bien del mal, el inteligente del que lo es menos…
Hay personas que son obstinados, que creen saber de todo. Déjalos que sigan su camino, pues cada uno tenemos nuestra parte de verdad. El tiempo demostrará si tenían razón o no. Yo soy uno de ellos, y lo reconozco que soy testarudo, pero escucho la razones de los demás y no los desprecio. Vivo mi vida y dejo que los demás vivan la suya, como libres que somos todos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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