Empiezan por el valor del corazón humano, la humildad, la
cortesía, la dávida, el buen humor, la sencillez, el don de gentes, la
amabilidad y muchos más valores que hacen al hombre, hombre y a la mujer,
mujer.
El ser humano es inmensamente bueno, amable y muchas cosas más que
le llevan a ser buenos con sus semejantes. Su amor por la vida es infinito y se
preocupa del bien de los demás, lo que lo hace casi omnipotente, porque es hijo
de Dios.
Muchas veces, las circunstancias de la vida y los abusos de los
más necesitados, le hacen retraerse y no dar limosna, ni ayudar a los demás
como bien pudiera hacerlo. Y es que hay mucho aprovechado en esta vida.
Cada uno quiere lo mejor para los suyos y por ello lucha, pero no
es suficiente, hay que luchar por el bien de todos, que somos hermanos y
merecemos los bienes de esta vida.
No importa el status social, lo que importa es el don de dar lo
que se tiene a los que verdaderamente lo necesitan. Muchas veces se pide por
vicio y por lo tanto el que da algo se retrae y anula su voluntad, porque se
siente timado.
El mejor valor humano es el amor por todos los que nos rodean y
asistimos cuando necesitan algo. Un saludo a tiempo, una visita inesperada, una
carantoña, un beso a los seres queridos. El preocuparse por los allegados que
puedan estar enfermos o tener algún problema, por ejemplo económico, social o
personal.
Cuando más urge, se presenta ese vecino bueno y te pregunta por la
salud de tu madre, por ejemplo. Es un detalle que se agradece en el corazón y
en el alma. No se olvida nunca porque se preocupa por tu salud y la de los
tuyos.
Es una gozada saberse amado, por los familiares, amigos y
allegados de una persona dada, que agradecerá con la vida, el corazón y el alma
estos parabienes, que la gente le brinda con el cariño de un jovenzuelo
enamorado.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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