No debemos ser indecoros@s porque todos debemos ser
respetados y dignos en todos los sentidos. Aunque seamos malos a ojos de Dios,
tod@s tenemos un tanto de respeto y dignidad como personas que somos y no
debemos faltar a estos dos dones que, a buen seguro, todos tenemos.
En un momento dado, cualquier persona (unos más que otros),
faltamos a estos dones que la Divinidad amablemente nos da, pero en otras
ocasiones debemos ser muy respetados y muy dignos de vivir, en cordialidad con
nuestros herman@s.
El don de la alegría va muy unido a los del respeto y la
dignidad. Contra más respetuosos y dignos seamos, más alegres viviremos en esta
vida que Dios nos ha regalado para que la vivamos como hermanos.
Deberíamos trabajar todos por un mundo mejor, más decoroso.
Desgraciadamente no siempre es así y enturbiamos el agua limpia que deberíamos
ser y que podríamos ser, si no fuera por los malos augurios que nos rondan y a
los que no deberíamos hacer caso.
Cada uno a su manera puede poner su granito de arena, en esta
montaña que es el mundo. Uno más grande, otro más pequeñito, pero si faltar ni
uno. Lo tenemos a mano, solo hace falta arrimarlo a la montaña. Sin miedo, con
valor humano y firmeza.
Que la cortesía y la dignidad nos ronden, que el amor esté en
nuestra mano y lo repartamos a todos los que a nosotros se acerquen. Que todos
seamos agradables, cordiales, simpáticos…Que ateos, agnósticos, cristianos,
musulmanes, indues, mahometanos, mormones…y gentes de cualquier creencia
religiosa, formemos una familia unida, la familia de los humanos.
Esta es la más grande y bonita, que hay en el mundo existente
y por existir.
El decoro es un don como otro cualquiera, que lo tienen todas
las personas, lo que pasa es que no lo dejan salir de sí.
La persona que lo tiene, es engrandecida por esta cualidad,
que es propia de los seres humanos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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