Está el mundo lleno. Y es que parece que estamos sumidos en
el miedo, de forma tal que no nos atrevemos a hablar abiertamente. Si se le
pregunta por cualquier cosa, ponen mala cara y responden con evasivas. Parece
que tememos que la pregunta vaya con mala idea, cuando uno lo que quiere es
interesarse por su persona. No nos
fiamos ni de nosotros mismos.
Por otro lado, cuando se habla con alguien, no se debe uno
meter en las cosas privadas del contrari@, pues correríamos el riesgo de que
nos contesten de mala forma. Lo importante es ser sencillos, respetar y ser
respetados.
El peor enemigo de nosotros es decir algo que nos ponga en
evidencia, cuando lo que hacemos es charlar, de nuestro estado físico y mental.
No nos debe dar vergüenza, en todo caso, decir que hoy no estamos en el mejor
de los momentos. No valen las frases hechas como: “muy bien, muy bien”, “de
primera”, “estupendamente”, siempre que no sea cierto.
Decir la verdad te puede ayudar, a que te den un consejo, que
te pueda servir, o no, pero en todo caso se inicia una conversación amistosa,
que te puede alegrar el día.
La mejor forma de contestar es, sin duda, la verdad,
improvisando palabras que no desvelen cosas que cada un@, tenemos que no
queremos decir.
El diálogo, el poder hablar es uno de los dones más bonitos
que tenemos los humanos. Que este no decaiga y tengamos siempre temas de
conversación, con las personas que se cruzan en nuestro camino. Nos sentiremos
bien y haremos felices a los demás.
Que nuestras palabras
no sean pesimistas, que sean, más bien de halago y animosas, que hagan reír al
contrario.
No debemos temer hablar con desconocidos, siempre con
cuidado, porque hay personas que pueden hacernos el mal, pero la mayoría de las
personas son buenas y nobles.
Si somos veraces, tendremos buen ojo y sabremos quién va con buena o mala idea.
Hombres y mujeres, llevémonos bien.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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