Llorando aprendí que es mucho mejor
reir,
La vida me enseñó, que es preferible
a sufrir.
La experiencia me enseñó que estamos
más presos,
Que el que está en la cárcel. ¿Porqué
será eso?
Llorando me quedé con lo puesto. Todo
lo material lo perdí.
En pantalón de pijama, abandoné mi
hogar,
Dispuesto a que en el mundo, se
prodigara el amor. Sufrí males incontables, detrás
de la reja,
Todo porque no me quiso acompañar, mi
pareja.
Mi mayor alegría es ser padre, para
saber lo que sufre,
un padre por su hijo cada día, que
Dios echa al mundo.
Veinte y siete años tiene ya, mi
querido y único hijo.
Veinte y tres llevo sin verle, es
justo esto señora mía,
Que te apartaste de mí y me quitaste
la alegría.
Ya mis ojos no lloran, porque se ha
secado la fuente,
de mis lágrimas. Es un poco de
melancolía esto que cuento,
verídico como la luz del día. El
tiempo pone a cada
uno en su sitio, sino espera un
momento y te diré,
porque tanto me aman, más que yo
nunca amaré.
Como yo hago, podrías hacer tú,
serías feliz como yo.
Es cuestión de colaborar y tu premio
tendrás.
Mi intención es que tú puedas amar
como yo amo,
Sino, pregunta por ahí por mi
condición, de como
yo te puedo enseñar de todo, lo que
significa amar.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario