Basta con que me roce con una persona, sin querer, en el
autobús, por ejemplo para que me mire de arriba abajo. Pero señor/señora mios
no saben ustedes que el bus se mueve, acelera, frena, da curvas y por tanto, a
veces perdemos el equilibrio.
Hay quien se molesta
porque lo saluden y yo digo: si no me quieres contestar, no lo hagas, pero no
me pongas cara de perro rabioso.
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A veces vamos de prisa y no nos damos cuenta de que nos cruzamos
con un conocido y se molesta porque cree que lo hemos hecho adrede. Basta con
decirnos oye ¿A dónde vas tan corriendo, que no ves a los amigos?
Pues no lo hacen, prefieren echárnoslo en cara, en otro
momento cuando nos vean.
Los hay cara dura que se ponen en la cola del supermercado o
del autobús y se cuelan por la cara y si se les dice algo te pueden soltar una
fresca, después de todo.
Los hay que no tienen reparo en pedir, aunque tengan, si es
invitado lo que sea sabe mejor.
Los hay que no les gusta contar nada de su vida, pero si
pueden meterse en la de los demás lo hacen descaradamente y poniendo a uno en
evidencia de cosas que no quiere contar.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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