martes, 20 de agosto de 2019

MARÍA, MI ASISTENTE


Yo, como soy discapacitado mental, tengo una asistente para ayudarme en las cosas que no pueda hacer por mi mismo. Es una mujer que gusta de hablar conmigo, para aconsejarme ya que sabe mucho de su profesión, que es auxiliar de enfermería.
Mientras nos tomamos algo en un bar, charlamos de cosas no personales, porque a mí no me interesa su forma de vivir.
Yo si le cuento mis cosillas, y le gusta escucharme. Lástima que no soy buen dialogador y no podemos tener una conversación edificante para ambos. Yo procuro tenerla contenta, ya que es una mujer maravillosa.
Le gusta desarrollar su trabajo como está mandado. Ella es asistente, no limpiadora. Le gusta hacer las cosas que yo no sé y tener mi casa bien ordenada. No hay que decirle hace falta hacer esto, por ejemplo planchar. Ella coge la ropa y me plancha mis camisas.
Lo que no le gusta es que la agobien: haz esto, haz lo otro. Ella hace lo que sea, sin decírselo o diciéndoselo una sola vez.
Es muy trabajadora, vamos que se gana el sueldo con creces, es entendida, inteligente y le gustan las cosas bien hechas.
María es asistente también de mi madre. Para mi viene en día a la semana y para ella otro.
Es una mujer que da su cariño a su manera y yo trato de respetarla. Es cuestión de comprenderla. Cada uno tenemos nuestra vida y si a mí me gusta que me comprenda ella, de la misma manera deberé intentar, al menos, comprenderla yo a ella.
Durante el tiempo que me dedica a mí, le gusta que demos un pequeño paseo y charlemos, para que no estemos todo el tiempo metidos entre cuatro paredes. Yo eso lo entiendo y procuro que demos nuestro paseíto.
Espero, María no poner en este escrito nada que hiera tu sensibilidad. Yo te aprecio mucho, por el trabajo que haces conmigo y espero que estemos mucho tiempo viéndonos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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