De ambos hay más de los que pudiera parecer. Si vas por la
calle y te fijas un poco, hay inocentes (niños y mayores) por todas partes. Van
paseando solos o acompañados por algún familiar o asistente.
Los hay que andan solos y a otros los llevan en carritos,
paseándolos como seres humanos que son. Unos sonríen, otros hacen muecas, otros
les cuesta caminar…Es una pena que sean tan numerosos.
Si vamos a lo nuestro, no nos damos cuenta de lo cerca que
los tenemos. Son personas como tú y como yo y no se les debe discriminar, sino
echarles una mano si se ven perdidos o les cuesta caminar. Te lo agradecerán en
el corazón, porque son muy cariñosos.
Enfermos psíquicos hay más todavía, lo que pasa es que no van
al médico, se medican por si solos o simplemente lo ocultan. Si hablas con la
gente, te cuenta: “pues yo también tomo una pastilla para poder dormir”, o te
dicen: “yo padezco stress, pero sigo adelante en mi trabajo, porque si no quién
va a llevar el sueldo a casa”
Y prosiguen: “tengo tantos o cuantos niños y mi mujer no
puede trabajar. Tengo que seguir como sea”.
Luego estamos los que no tenemos remedio. Nuestra cabeza, por
lo que sea, no funciona como debiera.
Acudimos al/la psiquiatra y nos manda un tratamiento. Hay
quien no lo quiere tomar y es la ruina para su casa.
Otros reconocemos nuestra deficiencia, nos tomamos nuestro
tratamiento, y estamos estables, o sea controlados con pastillas o inyecciones,
que son drogas, pero que las necesitamos y no nos negamos a tomarlas.
La culpa de esto último y de los enfermos psíquicos es la
sociedad consumista en la que vivimos. En los trabajos te exigen más y más y
eso pocas personas lo aguantan.
En muchas familias hay algún enfermo. Algunos no salen de
casa siquiera, otros deambulan por esas calles buscando alguien que les
comprenda.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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