En el trabajo, con la familia, con los amigos no hay que
ceñirse por las “leyes” que nos da la sociedad, sino actuar con libre albedrío,
con inteligencia, para que las cosas salgan bien.
Hay que confiar en el buen hacer de las personas fiables, que
son pocas y dejar a aquellas que hagan
las cosas a su manera, porque si actuamos como máquinas, las cosas no saldrán
todo lo bien que pudieran.
Lo que funciona no son las normas y cánones, que se tienen
por buenos, porque cada situación es distinta, y por tanto, debemos sacar a
relucir nuestra inteligencia, nuestra capacidad de improvisar y darle a cada
asunto ese toque especial que tú sabes darle.
No es lo mismo hablar con tu jefe, con un compañero, con un
amigo o con un desconocido. En cada caso debemos medir las palabras, para que
la conversación sea edificante, fluida y que se lleve a un acuerdo entre las
partes dialogantes.
No hay una norma para casos parecidos. Cada uno debe ser
tratado como un caso especial, con las palabras justas en cada caso y que el
hecho de la conversación sea edificante.
El hecho puede ser un problema que surge en el trabajo y que
tienes que resolverlo sobre la marcha. Para ello no se puede hacer lo de
siempre en un caso parecido, porque todos son distintos.
En el trabajo, lo que funciona lo tienes que poner tú, porque
eres independiente, salvo para casos de calado, que tendrás que preguntar a un
compañero y en última instancia a tu jefe, que para eso lo es.
En una buena conversación, debemos sacar a relucir nuestras
dotes de diálogo para cada caso, de forma tal que los contertulios, queden
satisfechos.
Se trata de ser personas y no máquinas, que por cierto cada
día hay más. No es que tenga yo nada en contra de la tecnología, si no que
quería decir, que a las máquinas las debemos dirigir los hombres y no al
contrario.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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