jueves, 15 de agosto de 2019

APODOS


Existen desde que el mundo es mundo. Te pueden preguntar pos Juan Leiva y nadie sabe quién es. Sin embargo si les dices: “si hombre Juanillo ese que trabajaba en la EMT”, entonces lo conoce todo el mundo.
Desde lo más remotos tiempos se llama y se conoce a mucha gente más por su apodo que no por su nombre. Si la persona apodada no se ofende, no hay problema ninguno. Lo malo sería que no le gustase su apodo.
También existen los diminutivos: de Rafael, Rafa; de Francisco, Fran o Francis; de Elisa, Eli; de Maruja, Maru; de Miguel, Migue; de maría, Mari.
Además existen los nombres que significan igual: de José, Jose, Pepe o Pepillo, de Francisco, Paco; de Manuel, Manolo, de Antonia, Toñi; de dolores, Lola; de Mercedes, Merche…
Muchas veces, no nos acordamos del nombre de una persona y por vergüenza no queremos preguntarle. Pero no existe problema ninguno, se le dice. Tu nombre o su nombre, por favor, que no me acuerdo y si hay confianza, pues él te lo recuerda y asunto arreglado.
Hay nombres que no se nos olvidan nunca, y son probablemente, los de las personas, que por algún motivo, no apreciamos. Curioso. ¿Verdad?
Yo me llamo, como sabéis José Antonio y me llaman José, Pepe, Jose, Antonio, José Antonio (los menos) y, a veces, Paco o Manolo, pero yo si contesto a quien sea, si bien le corrijo.
La mayoría de las personas me conocen por José. O José el de la Antonia, que es mi madre. A mí no me ofende que cualquier persona me confunda con otra o simplemente se equivoque de nombre.
Volviendo a los apodos, hasta los artistas lo tienen o se buscan un seudónimo. Por ejemplo Pepa Flores no es nadie, pero si decimos Marisol, todo el mundo la conoce.
Si decimos el cantante Manuel García me gusta. Nos contestarán: y ¿Quién ese hombre, la contestamos: Manolo Escobar. Exclamarán: ¡ah claro!, el del carro.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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