Es un colectivo que está muy mal regulado. El gobierno
debería de controlar la entrada de extranjeros en nuestro país. Vienen sin
papeles, si seguridad social e intentan integrarse en nuestra sociedad. Para
buscarse la vida, evidentemente, pero de una forma desordenada, que no puede
acabar bien
Buscan trabajo, los que logran entrar en pateras o de otra
forma, y los empresarios los “contratan”, sin seguro, a bajo coste y sin
ninguna garantía para el trabajador.
Los que entren deberían ser legalmente, con sus papeles, su
seguro y todas las garantías, que debe ofrecer una empresa: seguridad social,
sueldo digno y acceso a una vivienda.
Entran ilegalmente, con lo puesto, sin saber quien es y trata
de abrirse camino, a ciegas, con la sola garantía de sus manos para trabajar.
De esa forma no se pueden recibir inmigrantes.
El que entre por la frontera, con sus papeles y un contrato
de trabajo, ese si puede triunfar en nuestra sociedad. Tendrá un sueldo, una
vivienda y un médico, para cuando se ponga malo.
El pobre que entra saltando la valla de Melilla, por ejemplo,
se cree que ya está en el paraiso. Nada más lejos de ello. Pues no tiene nada
más que su cuerpo, del que se aprovecharán los contratistas, que lo hacen en
negro, o sea sin papeles y a bajo costo. Sin seguridad social, ni vivienda, ni
una seguridad de permanencia en el puesto de trabajo.
Son una lacra en nuestra sociedad, que bastante tiene ya.
Cuando uno de ellos se presenta en un hospital, tienen que atenderle, no lo
pueden echar como un perro, que en cualquier calle se muera.
La mafias los engañan y pagan para llegar a nuestra tierra,
prometiéndoles que van a ganar mucho dinero, que van a ser futbolistas u otra
profesión de postín. Nada de eso se encuentran aquí.
Se encuentran solos e indefensos, en una sociedad que no
conocen.
Es para apiadarse de ellos y recibirlos con cariño.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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