Era el gran amante de los animales. Tenía allá por los años
80 un programa, por capítulos, dedicado cada día a un animal diferente. Un día
era el zorro, otro el lobo, otro las aves rapaces, otro las migratorias. Siempre
tenía un tema para contar, con su peculiar voz, las costumbres de los animales
más diversos de la fauna.
Precisamente se llamaba así: “El hombre y la tierra fauna
ibérica”. Pero no se dedicaba solo a los animales de España, sino que viajó por
América, por el polo Norte y muchos sitios más.
Su amor por los animales era excelso. Desde un ave a una
serpiente, le gustaba observarlos y filmar sus costumbres, desde un punto de
cariño especial, para todo bichito viviente, que amaba con locura.
Tenía un equipo de profesionales excelente, que filmaban las
costumbres de los animales de la tierra, mar y aire, con un don fantástico que
hacía que estuviésemos pegados a la pantalla cada programa.
No hay nadie que quiera como él a los animales, a los que
estudiaba, pero sin hacerle ningún tipo de daño. Los quería como si hermanos
fueran. Eran como parte de su familia.
Acabó su vida en el Polo, cuando el helicóptero en el que
viajaba, chocó contra un montículo de nieve, mientras filmaba a unos animales
de allí.
En un momento de su carrera se dedicó a estudiar a los seres
humanos. Parecidos a sus tan queridos animales de toda la tierra.
Para él un animal es
como una persona pequeña. Los amaba de tal manera que dió su vida por ellos.
Observándolos, viendo sus costumbres, forma de apareamiento y todo lo
interesante de estos animalitos, que hermanos pequeños son, al menos para él.
Si hay alguien que amara a los animales ese era él, el Dr.
Rodríguez de la Fuente.
Los quería y los mimaba, los estudiaba con un cariño especial
y los quería con el corazón.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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