Decía Confucio: “saber lo que se sabe y no saber lo que no se
sabe, he aquí el verdadero saber”. Y es que una persona entiende de una o
varias cosas, pero no de todo. Por eso es mejor quedarse callado ante una cosa
que ignoramos o conocemos poco.
Yo sé un poco de escribir, un poco de conducir vehículos y
soy un poco manitas. No soy experto en ningún oficio, si bien el mío es
conducir.
Cuando uno no sabe con certeza de una cosa, es mejor quedarse
callado y que hablen los expertos en ella y nosotros aprenderemos escuchándoles
hablar y contar sus peripecias.
Nadie nace sabiendo, así que el que experimenta más tiene más
conocimientos. Si no se hace más que el vago, lo único que se nos da bien es
criticar, sin razón, a los demás.
No todas las personas tienen la misma capacidad para hacer
varios oficios. Saben el suyo y hacen bien en no presumir de otra cosa.
Muchas veces es cuestión de ponerse a hacer una cosa,
siguiendo los consejos de alguien que sepa. Si es un buen alumno, puede superar
al maestro.
“Aprendiz de todo, maestro de nada”, dice el refrán. Esto le
ocurre a las personas que le arman a todo, pero no son expertos en nada, como
yo, por ejemplo.
Lo bueno es saber un oficio bien y de lo demás ser un
aficionado, que gusta aprender de todo, pero no puede ser maestro en todos los
oficios o profeciones.
Lo que no se sabe, es mejor dejarlo a un lado.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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