Lucha desesperadamente con hacerse dueña del mundo, pero no
sabe que su enemigo, el machete de la verdad tiene muchas bazas para luchar
contra ella y sus allegados.
Cada mañana se levanta el bien, con el único propósito de arrebatarle
un cachito de imperio a esa espada, poderosa, pero no invencible, que ya está
en declive.
El bien, con su pequeño pero afilado machete lucha por
desbancar, cada día a la espada, que día a día va perdiendo fuerzas, las que le
quita el puñal, valiente de la verdad.
El puñal nació para matar y lo hará a todo el que se ponga en su camino. La espada anda escondida, no sea que el bien pueda despojarla de su arma, única con la que cuenta para luchar contra el bien.
El puñal nació para matar y lo hará a todo el que se ponga en su camino. La espada anda escondida, no sea que el bien pueda despojarla de su arma, única con la que cuenta para luchar contra el bien.
Es una lucha a dos, uno quedará vencedor, el otro morirá para
siempre, en los filos de las armas que ambos portan. Claro está es de más
embergadura la espada, pero el portador del machete es listo, audaz y el mejor
luchador del mundo y sus aledaños.
Las armas de la espada son ella misma y todos los que la
siguen, que son muchos, pero que no amedrantan al pequeño machete, afilado que
acabará con la vida de todas ellas.
Lo mismo que el sol brilla más en la tierra que la luna y las
estrellas, brilla el afilado canto del puñal, que no duerme, velando porque la
espada no ataque a los de aquel.
El afilado canto del puñal es capaz de partir un pelo por la
mitad. Mucho más rasgar las vestiduras del mal y dejarla con sus vergüenzas al aire, donde todos puedan
verla desnuda.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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