Son los ojos de mi amor. Lástima que tengamos que estar
separados físicamente, pero nuestro amor sigue latente en nuestros corazones.
Yo me apodo el escritor y ella la “apañá” y juntos hacemos
una pareja de lo que no hay, de amor, de comprensión, de respeto, de fidelidad
y apoyo mutuo.
Yo veo en sus ojos la luz del día, aunque sea de noche y ella
ve en mi a su hombre que la llevará al más allá donde no existe la oscuridad,
que todo es alegría y sobran las penas, no se sabe lo que es el llanto y la
tristeza.
Ese sitio está más cerca de ti de lo que tú te crees. Está en
el camino de la verdad y la compresión hacia los demás, o sea, en ti mism@ y se
llama amor.
Tiene la cara más bella del universo, los ojos azul cielo y
acaricia con la mano y parece que te roza el corazón, porque sus manos están
aterciopeladas.
Su luz brilla en el firmamento como la del sol y la de todas
las estrellas juntas. Suave como la luna, potente como el sol en verano, al
amanecer.
Sus piernas son como alas de pájaro impetuoso, que surca los
cielos sin trabajo y que es libre como el viento que nace en un punto del
planeta y se va a otro llevando de un lado a otro a las nubes, para que rieguen
el planeta.
La luz del día eres tú y no terminas jamás. Eres una fuente
cristalina de la que fluye el agua clara que apaga mi sed en la estación del
verano.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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