viernes, 9 de noviembre de 2018

LA NIÑA DE LAS PECAS


Sus compañeras se reían de ella porque decían que le afeaban, que tenía la cara manchada y se burlaban de ella. Fue creciendo y se convirtió en una muchacha pecosa, pero agradable a la vista de los jóvenes. Por cierto que tenía muchos pretendientes.
Sus amigas la envidiaban porque era más apañada que ellas. Los jóvenes la pretendían y uno llegó a ser su novio. Se casaron y tuvieron hijos y su marido la quería.
Vivian felices, mientras que las amigas no tenían ni novio, los muchachos no se fijaban en ellas porque eran envidiosas y malas chicas. Preferían a otras que no fuesen tan bonitas y que tuvieran valores morales, como la amistad, el cariño, el amor…
Pasaba el tiempo y las muchachas seguían solteras y sin compromiso. La suerte no las acompañaba porque su carácter era rudo y malintencionado. No tenían buenos sentimientos. El amor no rondaba en sus corazones, vacíos de cariño.
La envidia corroía sus corazones y las hacía tener malos sentimientos. No soportaban que aquella a la que llamaban fea, tuviese más suerte con los chicos que ellas.
Entretanto, la pecosa vivía feliz con su marido y sus hijos, viéndoles crecer en armonía. Les incurcaba que nunca se riyesen de nadie y que no tuviesen jamás envidia. Que fueran buenos chicos y que no ofendiesen a nadie.
Viendo esto, las demás muchachas, se propusieron cambiar sus vidas y se volvieron simpáticas, agradables, risueñas y el rencor abandonó su corazón.
Los chicos, viendo esto las enamoraron y se casaron con ellas. Tuvieron hijos y ya nunca más se riyeron de nadie, ni había sentimientos malos en sus corazones.
No te rías de nadie que la vida da muchas vueltas y te puede ocurrir como a estas chicas presumidas.
Que el amor y el perdón habite en vuestro corazón.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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