sábado, 11 de agosto de 2018

UNA NIÑA BONITA


No es aquella que tiene un bello rostro, ni un agraciado cuerpo, ni siquiera aquella que tiene que enseñar su cuerpo (escote, hombros espalda, ombligo, piernas…), para agradar a un apuesto hombre.
Para mí, más bien, es aquella que tiene bonitos modales, una bella moralidad y que, con una sola mirada, es capaz de cautivar el corazón del hombre que es muy hombre y que busca una mujer a su medida.
Tampoco es la que tiene que pintorrearse la cara, echarse caros perfumes, pintarse las uñas, ni andar con desdén. Ni siquiera tiene que salir a la calle provocando. No le hace falta, nada más que su bella moralidad, su instinto de mujer y su voz cautivadora de hembra, que llama al macho sin hablar, sin mediar palabra.
Cuando el don de hablar, al contestar el saludo de un hombre, se hace presente, vibra el corazón de este, que cae rendido ante sus cabellos, en el mar del amor, que hace suspirar a ambos y seguidamente viene el enamoramiento.
No hay que correr, que ella, que él no se escapa. Están ambos ahí en su casa, por la calle y van irradiando calor humano, por donde quiera que van y sus vidas se harán una sola, el día que decidan hablarse mutuamente, cuando llegue el AMOR.
Parezco un romántico, y por muchas vueltas que le des, no es que lo parezco, es que lo soy. De esta forma me ha traído mi madre al mundo. Y mi padre, que os voy a decir de él, pues nada, que es muy bueno y que algo tuvo que ver.
La niña es niña, desde la pubertad, hasta que es anciana. Lo demuestran su cara y su voz. No lo puede negar ninguna, son chiquillas toda su vida, lo que es gozo para el hombre que lo es.
Ya lo dice el refrán: “la suerte de la fea, la bonita la desea”. Que razón tiene, sin desdeñar a las guapas, que a todos se nos van los ojos detrás de ellas, por si fuera una de ellas, nuestra pareja para toda la vida, tener hijos con ella y envejecer juntos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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