miércoles, 22 de agosto de 2018

A CAÑONAZOS


Solucionaban las antiguas naciones los problemas entre unos y otros. Hoy día la guerra es dialéctica. Los políticos discuten sus diferencias y arreglan sus problemas con palabras, más o menos malsonantes, pero que no hieren físicamente ni matan a nadie. Todo lo más, alguno puede acabar en la cárcel, por corrupto o por no atenerse a la Constitución, si es que la tiene un país dado.
Todavía hay guerras a fuerza de armas, cada vez más mortíferas y fáciles de usar. Esto es así, que hasta los niños van a la guerra. Menos mal que estos son los menos cada día.
Las naciones, internamente, a través de sus grupos políticos, discuten las leyes que se pueden o no pueden aprobar, en concepto a impuestos a los comercios y a los productos que consumimos todos los días, aprueban las obras que se van a realizar, cuando deben subir o bajar los precios de la gasolina y todos los asuntos de interés social.
La política es muy difícil de entender, tanto que ni ellos mismos se ponen de acuerdo en lo que deben o no deben hacer. Hay grupos políticos para todos los gustos: de extrema izquierda, izquierda, moderados, de derecha y extrema derecha.
El pueblo, a través de las elecciones es quien debe decidir el partido que debe gobernar, los próximos cuatro años. Un político no puede repetir más de una vez en el poder, o sea, ocho años gobernando.
Es vergonzoso las cosas que se dicen, con aquello de la inmunidad política. Todo por demostrar que tiene más razón que su contrincante. Podían, al menos, moderar su lenguaje y dar ejemplo, que para eso están.
Cada partido defiende una clase social, que son los que le votan, cuando elecciones generales, regionales o a los ayuntamientos.
Si fuéramos realista, España sería u país siempre de izquierdas, ya que la mayoría de los votantes son trabajadores, pero no es así, porque se vota no a una ideología, sino al político.
Solo tres o cuatro partidos tienen opción a optar al gobierno de la nación.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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