Solucionaban las antiguas naciones los problemas entre unos y
otros. Hoy día la guerra es dialéctica. Los políticos discuten sus diferencias
y arreglan sus problemas con palabras, más o menos malsonantes, pero que no
hieren físicamente ni matan a nadie. Todo lo más, alguno puede acabar en la
cárcel, por corrupto o por no atenerse a la Constitución, si es que la tiene un
país dado.
Todavía hay guerras a fuerza de armas, cada vez más
mortíferas y fáciles de usar. Esto es así, que hasta los niños van a la guerra.
Menos mal que estos son los menos cada día.
Las naciones, internamente, a través de sus grupos políticos,
discuten las leyes que se pueden o no pueden aprobar, en concepto a impuestos a
los comercios y a los productos que consumimos todos los días, aprueban las
obras que se van a realizar, cuando deben subir o bajar los precios de la
gasolina y todos los asuntos de interés social.
La política es muy difícil de entender, tanto que ni ellos
mismos se ponen de acuerdo en lo que deben o no deben hacer. Hay grupos
políticos para todos los gustos: de extrema izquierda, izquierda, moderados, de
derecha y extrema derecha.
El pueblo, a través de las elecciones es quien debe decidir
el partido que debe gobernar, los próximos cuatro años. Un político no puede
repetir más de una vez en el poder, o sea, ocho años gobernando.
Es vergonzoso las cosas que se dicen, con aquello de la
inmunidad política. Todo por demostrar que tiene más razón que su contrincante.
Podían, al menos, moderar su lenguaje y dar ejemplo, que para eso están.
Cada partido defiende una clase social, que son los que le
votan, cuando elecciones generales, regionales o a los ayuntamientos.
Si fuéramos realista, España sería u país siempre de
izquierdas, ya que la mayoría de los votantes son trabajadores, pero no es así,
porque se vota no a una ideología, sino al político.
Solo tres o cuatro partidos tienen opción a optar al gobierno
de la nación.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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