No me vengo a referir a los deseos morbosos, sexo ni
sensuales. Me refiero a los deseos del alma: vivir feliz y para siempre, no
tener que trabajar, no tener necesidades carnales (comer, beber, sufrir
enfermedades y tener que ser sanados), tener que salir de casa, tener que
buscar pareja, nacer, crecer y luego morir.
Lo que yo deseo es amar y ser amado, por ángeles como
nosotros , cuando subamos al Cielo, no sufrir miedos, no pasar falta de nada,
vivir con todos mis hermanos en completa armonía, no tener que tomar medicinas,
no tener que comer y luego deponer.
La completa felicidad está más cerca de nosotros de lo que
creemos. La tenemos al alcance de la mano y está presta a venir por nosotros
como prometiera Jesús: “no temáis que ni un cabello de vuestra cabeza se
perderá”.
Ahora no nos podemos imaginar como será eso, porque andamos
sumidos en las necesidades de esta vida, que son muchas. Allí no existen.
Estaremos saciados de todo. Aquí estamos de paso, de prueba, a ver si somos
capaces de sobreponernos a los deseos de este mundo: grandeza, tener de todo y
sobrado, ser mejores en todo, cuando lo que Dios quiere es que seamos humildes
y ayudemos a los más desvalidos.
Cuando menos lo esperemos, todo eso estarás aquí.
El dinero no es buen consejero. Dice
Jesús: Es más fácil que un camello entre
el ojo de una aguja, que un rico
entre en el Cielo”” Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre si no es por mí”.”Buscad y
hallaréis””Pedid y se os dará””El que se enzalza será humillado, el que se
humilla será enzalzado”. Él cumplió y cumple su promesa, que es estar por
nosotros.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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