Dice un dicho: “mira si es malo el trabajo, que te tienen que
pagar para que lo hagas” y tiene mucha razón, los trabajos son cansados,
monótonos, aburridos y mil cosas más.
Por estos y otros motivos, estamos deseando que llegue
nuestro descanso. Después de cinco, seis o siete días de agotador trabajo,
tenemos más que merecidos, dos de descanso. Para pasarlos con la familia y
hacer algo diferente, por gusto, de ocio y tiempo libre.
Lo más normal es que queramos pasarlos en casa, con la
familia, salir con ellos a dar un paseo. En una palabra: hacer cada uno lo que
le dé la gana, sin obligaciones que no nos agradan.
Yo también espero, con ansiedad el día de mi descanso, que es
el domingo y lo voy a pasar con mis amigos Pepe y Antonio. Desayunaré con Pepe
y más tarde nos iremos a almorzar al jardín. Lo pasaremos bien, seguro.
En las empresas grandes exigen mucho, pero dan sus descansos
al personal y todos sus derechos: pagas extraordinarias, si echan horas extra,
se las pagan bien, dan sus días de asuntos propios, permiten que los compañeros
cambien el turno, porque así les convenga…
Nada de esto tienen los asalariados de empresas pequeñas, que
suelen pagar poco a sus empleados.
Los aseguran por menos horas de las que trabajan. Vamos que
abusan de ellos todo lo que pueden y más. No les pagan horas extra, que si
echan.
El descanso es un derecho de todo trabajador, que debe
exigirle a su empresa, sin titubeos, que ellos bien que exigen, que trabajen
más de lo permitido y si no les conviene los despiden y ponen en su lugar a
otros que trabajen más y no se quejen.
Los inmigrantes tienen mucha culpa de que no haya empleo de
calidad. Porque trabajan por lo que les den y no se quejan de las condiciones
infrahumanas en que son contratados. Como vienen con lo puesto, cualquier cosa
es buena. Con un sueldecillo y un seguro, se conforman.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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