Ya lo decía mi abuelo, que lleva más de 30 años en el otro
mundo: “la próxima guerra será la de los coches”. Y que razón tenía mi
antepasado. Los coches parecen que se van a comer el mundo.
No solo los coches, las motos, bicicletas, patinetes y toda
suerte de artilugio con ruedas. Van como locos, paran donde les parece, se
tiene que andar uno listo para que no le atropellen.
Les da igual estorbar al tráfico rodado. Aquí, para subir o
bajar viajeros. Cargar o descalgar bultos, tomarse un café o un helado… Yo
pongo la doble intermitencia y que cada uno se las arregle como pueda. No
tienen consideración con los demás, que si fuera al revés, ya está tocando el
claxon exageradamente.
Con las obras que hay en la ciudad, hay una cantidad de
despistados, que no saben para donde van a tirar.
Hay tanta cantidad y diversidad de vehículos y peatones, que
se hace difícil circular por las calles. Los profesionales se desesperan ante
tanto despistado, que no sabe si va hacia el frente, la derecha o la izquierda.
Es una verdadera guerra de vehículos de todas clases, que
todos llevan prisa, excepto cuando van buscando una tienda, un bar o van a
recoger o bajar algún ocupante del coche.
Si los coches hacen lo que quieren, los peatones hacemos lo
que nos da la gana. Unos y otros se saltan los semáforos.
El conductor o conductora que lo es, circula con precaución,
cede el paso a vehículos y peatones, cuando no le entorpece su marcha, se hace
ver para que otros no se crucen sin precaución, no es maleducado, no toca el
claxon exageradamente a un despistado.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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