Una pareja se conocen, se gustan, se casan, tienen hijos, los
crían y son felices en su ambiente familiar. Todo va de perlas, todo es bonito,
todos se quieren mutuamente.
Pero, muchas veces, con el cansancio vienen las infidelidades
en la pareja. Con solo mirar un hombre, con deseo carnal, o su mujer dejarse
mirar por los hombres, provocándoles, ya se están siendo infieles el uno a la
otra y esta al uno.
No ocurre siempre, pero ese deseo va con nosotr@s y aquí es
donde viene el amor brujo, que no es otra cosa que la infidelidad. Muchas
veces, por los hijos sobre todo, la pareja se soportan.
Otras veces discuten fuertemente y se separan. Aquí son los
hijos los que llevan las de perder. Digo los hijos y también el esposo, porque
en la mayoría de los casos, es el marido el que tiene que irse de casa.
Abandonar lo que juntos han construido, se queda en la calle,
casi sin dinero, porque la bruja se queda con casi todo (porque se lo permite
la Ley Española). Se queda con los hijos, la mayor parte del dinero, con la
casa y con todo lo que pueda.
Ese amor que fue tan bonito, roto por los intereses
económicos y de poder. Desgraciadamente, hoy día está a la palestra.
Mientras lleguen a un acuerdo económico, de la casa y sobre
todo de visitas a los niños y la tan tarareada custodia compartida, hay un
entendimiento en la pareja. Pero es muy triste que se tengan que separar
después de tantos dulces besos.
Mientras no se llegue a la violencia de género, generalmente
por parte del marido, la cosa va medio bien.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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