No es ese que presume de machote y en cuanto tiene un
problema, es un corderito que entra por todas, enfrente del que es un
mequetrefe, que nada sabe de la vida, que es un chulo de tres al cuarto y que
no es capaz de tomar una decisión propia de un valiente.
Ese que es muy atrevido en los bares, entre copas, no es
nuestro hombre. El que lo es, es el que no se achanta, cuando las cosas van
mal: por falta de trabajo, problemas con su esposa o hijos, con una mujer que
no sabe estar en su sitio.
Entonces es cuando el hombre tiene que actuar, con
inteligencia, serenidad, buena vista y dialogando, decir qué se debe hacer.
Me tacharéis de machista, pero en esta sociedad, que la mujer
quiere llevar los pantalones, para que no se le caigan, deberá hacer caso a su
marido. Siempre teniendo en cuenta los pro y los contra de cada caso. De
contrario esa familia irá a la deriva.
Un hombre está para servir a su familia, pero no para que le
tomen el pelo a las primeras de cambio y venga a ser un juguete de su mujer y
de sus hijos, a los que debe querer y respetar.
A la hora de cambiar de domicilio, por ejemplo, la mujer se
fijará en lo lujoso. El hombre valorará si esa casa les conviene, por precio,
vecinos, cercanía de centros educativos…
Al final, muchas veces se hace lo que dice la mujer, lo que
es un error garrafal, porque ella mira lo lujoso, no lo práctico.
Es este el momento en el que el hombre, debe sacar a flote su
gallardía (ojo que debe ser de mutuo acuerdo) y decir qué se debe hacer y que
no se venga abajo, por los ruegos de su esposa.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario