No me vengo a referir
a los antiguos serenos, que de noche cuidaban nuestros coches, los
aparcaban, nos decían donde estaba el nuestro y nosotros les dábamos una
propina.
Me refiero a los no bebedores, serenos, que no prueban el alcohol,
ni bebidas o sustancias estupefacientes. La verdad es que ya quedan pocos y
están muy contados.
No digo yo, en una ocasión (fiesta, comunión, boda, bautizo o
cuando se te apetece tomes una copa o una cerveza, no te la bebas si tienes que conducir un vehículo).
A la hora de tomar una decisión de calado, si se está sereno,
esta se toma con más celeridad, verdad, claridad, conciencia y muchos adjetivos
que se le podían añadir.
Las comidas copiosas son como una droga para el cerebro,
haciendo que tampoco podamos decidir, con verdad ante un problema que nos pueda
surgir. Además son indigestas y te hacen engordar y no sentirte bien, como
podías estarlo.
Pero lo nuestro son los no bebedores de alcohol y no
consumidores de productos estupefacientes. Estas son personas hechas y derechas,
que dirigen, sin saberlo, al mundo.
El que menos te lo piensas puede ser un personaje, en
silencio, sin que nadie lo sepa (siquiera él). Puede ser un hombre o una mujer,
que para eso somos similares, salvo en la sexualidad y la forma de pensar.
Un matrimonio, con sus hijos bien educados, pueden ser las
personas serenas que trato de describir.
Que viva la buena gente, las buenas personas de esta
sociedad.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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