viernes, 6 de septiembre de 2019

LA FIESTA NACIONAL


Es, sin lugar a dudas, la tauromaquia. No hay solo las corridas de toros, también están los rejoneos, los san fermines, el toro embolao y otras prácticas que yo desconozco, porque no soy aficionado.
En todas ellas se hace daño a los toros, que no le han hecho mal a nadie. Yo no estoy a favor de ninguna de ellas, porque en todas se hiere o mata  a estos animalitos a sangre fría.
En una corrida de toros, se marea a estos y luego el picador, con la puya, lo hiere en el lomo de gravedad. Luego el torero lo lidia con el capote. Más tarde le ponen tres pares de banderillas, mientras el toro sangra abundantemente.
Lo marean entre capotazo y capotazo y cuando lo tienen rendido, el torero coge la espada de matar. Lo engaña con el capote y le inca dicha espada en el lomo, que si es certera acarreará la muerte del toro. Es de cobardes.
Según el público y la presidencia por la lidia del animal, le concederán una o dos orejas al torero y si ha sido muy buena, le darán también el rabo y saldrá, “triunfante”, a hombros por la puerta grande. Puede sentirse “orgulloso”.
Y digo yo: ¿Le gustaría al torero que le hicieran lo que él le ha hecho al toro? Yo creo que no, por lo tanto que no se las tenga de valiente, por haber matado a un animal poquito a poco.
Existe el dicho de que, si no hay corridas de toros bravos, estos desaparecerán. Los pueden criar y servir de pareja a las vacas.
Todo ello es un puro negocio que enriquece a muchos. Ya se han prohibido las corridas en algunas ciudades. Que los dejen en paz.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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