La vida es similar a un túnel por el que todos hemos de
pasar. Para unos es más largo y tortuoso, para otros más llevadero, pero el
caso es que para todos hay poca luz. Andamos en tinieblas y, con facilidad
podemos tropezar y caer.
No ha habido todavía nadie que se cayese y no se volviese a
incorporar, por lo tanto no es tan difícil atravesar el túnel y llegar a la
luz, que nos está esperando desde hace largo tiempo.
La luz y las tinieblas se entremezclan en el citado túnel, de
forma tal que una persona puede tener más luz que otra, lo que depende del
dueño de la luz que la da o la quita a quien quiere.
Las personas nos cruzamos en el túnel y nos damos la luz las
unas a las otras, de forma que parece una feria, llena de farolillos que se
alumbran los unos a los otros en el caminar por el túnel, que pronto acabará y
seremos iluminados todos en otro mundo más bonito que este, cuando las
estrellas desparezcan y la tierra se junte con el mar.
Mar donde podremos bañarnos sin pudor, porque nuestros
cuerpos serán incorruptibles y vendremos a ser todos como parte de esa luz que
hoy no podemos ver, porque está oculta a los hombres debido a su maldad, que
reina desde el principio de los tiempos y que ha de terminar más pronto que
tarde.
Es inmenso, allí cabemos todos, pero cuando se cierre la
puerta, ya no se abrirá nunca más. Reinará el amor y no habrá desavenencias.
Todos tendremos los mismos derechos y no tendrá fin.
Allí nos esperan legiones de ángeles deseosos de cambiarnos nuestro
cuerpo mundano por otro más bonito, celestial y con un nuevo nombre que
identificará a cada uno y no habrá dos iguales.
Miles de colores alumbrarán nuestro habitáculo, nada parecido
a este mundo de penurias. Todo será gozo y armonía, en un mundo que está hecho
a nuestra medida, ni más ni menos, justo para nosotros.
Lucha porque este mundo llegue pronto. No te arrepentirás.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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