Había una vez un niño que tenía un amuleto que le protegía de
todos los males habidos y por haber. El talismán era solo para él y no se lo
podía prestar a ninguna persona. El niño era feliz protegido por un amuleto tan
poderoso, más que nadie pueda imaginar.
El niño creció y es hoy un hombre afortunado porque está
protegido de todos los males, siempre que haga buen uso de él. No abusaba de su
suerte y no se metía en problemas de gran índole. Se limitaba a vivir su vida con
su gente, que eran todos y a ayudar a todo el que podía con la suerte que
le daba el amuleto.
De niño vivía feliz y de mayor, aún más, porque el amuleto
aumentaba su fuerza hasta hacerle volar por los aires o caminar por el mar. Su
suerte era grande ya que no tenía nada que temer, ni de los astros ni de los
hombres, que eran sus amigos.
No giraba el mundo alrededor de él sino que él giraba
alrededor del mundo que lo vio nacer y crecer en armonía con la humanidad y con
todo ser viviente que hay en este mundo.
El mundo lo quería porque él quería al mundo. Se vio en
apuros pero con el tiempo salió de ellos sin problema, porque era inteligente y
no se metía en grandes problemas. Su vida era como la de los demás. Su
trabajo , sus amigos y su familia
copaban su sus días.
Aconsejaba y se dejaba aconsejar por sus compañeros y
compañeras y sus días eran felices en un mundo, en un mundo en el que estamos
de paso al igual que no ignoraba que más allá de este mundo hay otro más bueno
y en él cabemos todos en armonía con sus habitantes.
Si te lo encuentras por ahí, no lo molestes, porque está
protegido y podría salirte el tiro por la culata, porque es un hombre un tanto especial y no admite
tonterías de ninguna clase. Su vida es ayudar y ser ayudado.
Trabajó en una gran empresa. Hoy sus antiguos y nuevos
compañeros que se alegran cuando se ven y se felicitan por la suerte que han
tenido, al trabajar en dicha empresa.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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