jueves, 9 de mayo de 2019

LA TRANQUILIDAD


Hace que la persona se sienta bien, feliz, contenta consigo mismo y con los demás, que sea dichosa y haga dichosos a los demás, con su comportamiento y su actitud ante los problemas que se presenten diariamente en un hogar normal y corriente.
Si no se está tranquilo, ocurre lo contrario, todo son riñas y malos modos, con las personas que conviven con nosotros y en nuestro entorno, en el trabajo y por donde quiera que vayamos.
El hombre es tranquilo por naturaleza, pero las circunstancias de la vida lo hacen rebelde e insociable con sus conciudadanos. Mientras las cosas salen bien, todo va normal, lo malo es cuando se alteran nuestros nervios porque las cosas no van bien. Entonces cambia la persona y no se puede vivir a su lado.
Los problemas lo son menos si estamos tranquilos, se solucionan pacíficamente y todo va bien. La luz de la persona tiene mucho que ver en esto. Dícese que una persona tiene luces cuando es tranquila, sociable y bien avenida con todos.
La tranquilidad tiene que ver mucho con el carácter de la persona. Una persona tranquila sabe amañar las circunstancias de la vida para que esta sea más llevadera, más cariñosa, amable y bien avenida.
La tranquilidad nace en el corazón y en el alma de una persona, que le hace tomarse las cosas con calma y sabe poner paz y no guerra en los problemas que se presentan cada día.
Es tratable y sabe como engañar al demonio que se presenta en nuestras personas con alas de pájaro y es muy astuto. Hay que tener cuidado con él.
La vida es una senda muy abrupta, que debemos saber conducir como si de un potente coche se tratara. Hay que llevar una velocidad siempre adecuada, para no tropezar con los demás autos y peatones.
El enemigo de la tranquilidad es el odio por las personas y por las cosas que nos rodean y al que no debemos hacer caso ninguno.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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