Hace que la persona se sienta bien, feliz, contenta consigo
mismo y con los demás, que sea dichosa y haga dichosos a los demás, con su
comportamiento y su actitud ante los problemas que se presenten diariamente en
un hogar normal y corriente.
Si no se está tranquilo, ocurre lo contrario, todo son riñas
y malos modos, con las personas que conviven con nosotros y en nuestro entorno,
en el trabajo y por donde quiera que vayamos.
El hombre es tranquilo por naturaleza, pero las circunstancias
de la vida lo hacen rebelde e insociable con sus conciudadanos. Mientras las
cosas salen bien, todo va normal, lo malo es cuando se alteran nuestros nervios
porque las cosas no van bien. Entonces cambia la persona y no se puede vivir a
su lado.
Los problemas lo son menos si estamos tranquilos, se
solucionan pacíficamente y todo va bien. La luz de la persona tiene mucho que
ver en esto. Dícese que una persona tiene luces cuando es tranquila, sociable y
bien avenida con todos.
La tranquilidad tiene que ver mucho con el carácter de la
persona. Una persona tranquila sabe amañar las circunstancias de la vida para
que esta sea más llevadera, más cariñosa, amable y bien avenida.
La tranquilidad nace en el corazón y en el alma de una
persona, que le hace tomarse las cosas con calma y sabe poner paz y no guerra
en los problemas que se presentan cada día.
Es tratable y sabe como engañar al demonio que se presenta en
nuestras personas con alas de pájaro y es muy astuto. Hay que tener cuidado con
él.
La vida es una senda muy abrupta, que debemos saber conducir
como si de un potente coche se tratara. Hay que llevar una velocidad siempre
adecuada, para no tropezar con los demás autos y peatones.
El enemigo de la tranquilidad es el odio por las personas y
por las cosas que nos rodean y al que no debemos hacer caso ninguno.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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