Al cura de mi pueblo le gustan las chicas 90-60-90, los
billetes de cinquenta euros y el buen yantar. Pesa 110 kilos el tío y se bebe
un litro de cerveza en menos que canta un gallo.
No da los buenos días ni a su padre, fuma porros, es
mariquita y le gustan lo mismo los hombres que las mujeres. Dice que adora a
Dios, pero lo que a él le va es la juerga y la jarana.
Dice misa todos los domingos, para algo le pagan, pero no se
cree la mitad de lo que cuenta a los fieles, que le cuentan sus pecados, como
si él les fuera a perdonar. A él le da igual 8 que 88. Se aburre en la
parroquia y se va al bar a tomarse unos chatos y a comerse medio kilo de
filete, aunque este sea de burro.
El cura de mi pueblo es un holgazan, mal hablado y vago. ¿Se
puede pedir más? Le gusta la juerga más que a un tonto tres palotes y se metió
a cura por cobrar y no trabajar. Con fieles así está arreglada la parroquia del
pueblo.
El cura de mi pueblo no tiene coche porque lo que gana se lo
gasta en juergas con sus amiguetes, a cual peor. El más bueno tenía que estar
colgado de los pulgares con un peso en los pies. Tiene más delito que el lute y
compañía.
El cura de mi pueblo es mal estudiante. Le dieron el diploma
por quitárselo de encima. Eso si es muy limpio. Se ducha una vez al año aunque
no le haga falta y se cambia de calzoncillos y todo, el tío. Es un pincel del
número setecientos.
El cura de mi pueblo reza dormido, de día no le da tiempo
entre juerga y juerga. Si quieres dar con él ve a la tasca del pueblo, lo
encontrarás seguro, pero mareado.
Los niños se meten con él porque es feo a más no poder, no
sabe cantar, no sabe bailar, lo suyo es holgazanear.
No sabe ni el padrenuestro, reza a base de beber clarete.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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