Es una práctica a extinguir. Con coches, motos o animales de
montura, vendían, sobre todo por los barrios periféricos: pan, leche, pescado,
legumbres, melones y otras frutas e incluso ropa…
Todo esto ha acabado con la globalización. Ya hay que tener
un comercio para vender cualquier producto y el pobre que se ganaba, a duras
penas la vida, ya no puede hacerlo.
Ahora solo se puede vender en los mercadillos habilitados por
el Ayuntamiento, donde tienen que pagar para hacerlo. Está visto que vamos de
mal en peor y con este gobierno nos vamos a comer la patas como los pulpos.
No hace tanto que el comercio ambulante existía y aún ahora,
alguno se atreve a darse una vuelta por los barrios y vende pan, melones
sandías. No hace nada malo, solo ganar un dinerillo, ya que esta sociedad no le
da trabajo a todos.
En el caso de que lo vean se expone a que le quiten la
mercancía y le pongan una multa. Siempre que haya higiene, la venta ambulante
puede existir y no hace mal a nadie, al contrario, le pone en la puerta de su
casa, productos de calidad a precio asequible.
Todo es un engaño, porque los comercios no pagan los
impuestos que deberían, según lo que venden. Declaran lo que les parece y para
adelante. Mientras el vendedor ambulante está desapareciendo prácticamente, por
culpa de leyes injustas.
Los comercios se afanan por vender más y más sus productos,
pero es que no hay quien se los compre porque hay mucha competencia. Hoy día
hay que venderlo todo empaquetado y sellado y luego nos dicen que reciclemos
los envases. Tendríamos que dedicarnos exclusivamente a ello, porque desde un
yogur hasta una lata de atún, pasando por un bote de leche o una botella de
cristal, habría que reciclarlos y no todas las personas pueden hacerlo. Conste
que yo reciclo todo lo que puedo.
El caso es que nos estamos cargando el planeta y nadie pone
remedio.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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