Hay que pensar poco y actuar mucho. No vale la pena pensar
las cosas dos veces, cuando con una basta. Tenemos que hacer las cosas sin
darles vueltas a la cabeza, porque no vale andar “comiéndonos el coco”, cuando
podemos resolver los problemas sobre la marcha.
El pensar más de la cuenta es señal de enfermedad mental y de
esos ya habemos muchos y a pesar de todo pensamos menos que los que andan por
la calle, creyéndose reyes del mundo, con su falso triunfar ante la vida, que
les sonríe por momentos.
Hay una profesión que trata de eso de pensar y buscarle cinco
pies al gato y algunas veces lo consiguen, porque son los filósofos antiguos,
que crearon ese arte.
Pensador puede ser cualquier persona, que tiene buenas ideas
en su cabeza, lo difícil es llevarlas a la práctica. Es muy fácil en las
tertulias con los amigos el ponerse bien diciendo cosas bonitas, lo difícil es
hacerlas como las decimos y no de una forma muy parecida, que hay que es de
falsantes.
A mi me gustaría ser un pensador, pero de los buenos, de los
que hacen filosofía pura, que dicen palabras y hacen cosas que llegan al
corazón y al alma de cualquier persona de bien.
Como decía antes lo importante es hacer cosas buenas y no
pensarlas para que las hagan otros. Lo importante es actuar sobre esas ideas
que tenemos todos, pero que por los devatares de la vida no llevamos a la
práctica.
Es cuestión de ser protagonistas de esa película que es la
vida.
Yo soy de pensar que las cosas hay que hacerlas cuando surgen
y no dejarlas para mañana, porque el problema se puede agrandar.
También pienso que no hay que adelantarse a los
acontecimientos, llevar la carreta por delante de los bueyes, que se dice por
aquí.
Pensar es un don que tenemos las personas, que no debemos
desaprovechar y hacerlo siempre en positivo.
No hace falta ser un super dotado para pensar bien las cosas.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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