miércoles, 5 de diciembre de 2018

EL TRABAJADOR


Tiene ocupado todo su tiempo en su trabajo. Apenas si tiene un rato libre al día para distraerse y descansar. Sin embargo, los que no trabajamos, tenemos todo el tiempo del mundo para hacer lo que nos da la gana. Nos sobra todo el día.
El mundo está muy mal repartido. Por ejemplo los trabajadores de los transportes urbanos, tiene que echar sus ocho horas, con media de descanso, a tope, poniendo los cinco sentidos en la tarea, que no es fácil como pueda parecer.
Si están de mañana, tienen que madrugar mucho para empezar temprano y si están de tarde, según el turno, terminan ya entrada la noche y todo para llevarnos a unos y otros a nuestros destinos.
Si es un albañil o peón, su jornada le ocupa todo el día. Tienen una hora para almorzar y a trabajar duro, para ganar un sueldo bajo, que apenas le llega para mantener a la familia.
El oficinista tiene turno partido. Trabaja media jornada por la mañana y media por la tarde. En cuanto a sueldo, lo suficiente para ir tirando.
El dependiente trabaja también de mañana y tarde. En cuanto a sueldo, no suele ser muy grande.
El camarero trabaja todo el día. Muchas horas y poco sueldo.
Lo peor de todos los trabajos es la monotonía. Siempre la misma historia. Si se tiene vocación se sobrellevan mejor. Sino es un agobio, todos los días lo mismo. Claro está que el trabajo peor es ninguno. El único problema que tiene es que no tiene ingresos. Le falta para comer siquiera.
Si el trabajo es por cuente propia, todo lo que haga es poco, porque tiene que pagar muchos impuestos y hay mucha competencia.
El mejor trabajo es el mío. Por la mañana la compra y por la tarde irme a la Asociación a publicar mis artículos.
Esperemos que las cosas mejoren y que toda persona tenga un buen trabajo
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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