jueves, 13 de diciembre de 2018

LA ÚLTIMA CENA


La celebró Jesús con sus Apóstoles, más o menos por estas fechas. Vino en este día a instituir la Eucaristía, compartiendo el pan y el vino como señal de su cuerpo y su sangre.
En estos días, nosotros mismos podemos celebrar en casa nuestra propia Eucaristía, junto a nuestros familiares y amigos, en casa o donde cenemos la noche del 24 de este mes.
Es muy fácil, bendecimos la mesa y pronunciamos las palabras que dijo Jesús a sus Apóstoles y hacemos de esta cena algo más que una comida familiar.
Jesús vino al mundo a dar ejemplo, humildemente vivió con sus gentes mientras nos dejaba, nos explicaba, con palabras sencillas lo que quiere decir la Biblia, que es muy técnica para personas normales.
Tres años anduvo por las aldeas explicando a las gentes la palabra de su Padre el Señor Dios, que está en el Cielo. Aunque a veces no le veamos, está ahí viendo como nos comportamos cada uno de nosotros.
En estas fechas es muy propio el ser caritativos, ayudar al que no tiene, animar al aflijido, dar limosna y hacer algo. Tener un detalle con los pobres. Darles un poco de comer a aquellos que pasan hambre. Este es el milagro que espera Dios de nosotros, nada más.
La mayoría de nosotros comemos todos los días ricos manjares. No es justo que en nuestra sociedad se pase hambre. También podemos visitar a algún enfermo y llevarle un poco de cariño. Darle algún juguete viejo, pero que sirve, a los niños que se quedarán sin juguete esta Navidad, que quiere decir Natividad, o sea nacimiento del niño Jesús en Belén de Judá, en Israel.
Cualquier detalle con los más aflijidos, por uno u otro motivo, lo tendrá Dios en cuenta y nos pagará en salud del cuerpo y del alma, que buena falta nos hace.
Que mis palabras no queden en nada para aquel que las lea esta Navidad. Haz favores.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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