Todo es cuestión de respetar a los demás. Uno puede dar un
consejo, pero está en el aconsejado el seguirlo o no. Todos somos o deberíamos
ser libres y encaminar nuestra vida como mejor veamos.
Tendremos más amigos y personas que nos quieran, si
respetamos su forma de ser. Vinimos al mundo desnudos, nuestros padres nos
vistieron y ahora ya mayorcitos, somos nosotros los que decidimos qué queremos
hacer y cómo comportarnos en la vida.
Debemos llevarnos bien con todo el mundo e ir repartiendo
saludos a diestro y siniestro. Para que digan: “que bella persona”, se lo
merece todo en este mundo. Su alma es limpia y carece de males morales.
El que no va por su camino se nota desde lejos, que es un
ruín y un desdichado. No hace falta ser sabio para eso. Hombres y mujeres
debemos vivir en armonía, queriéndonos de corazón. Que nuestra vida sea una
alegría para todos y no un tormento.
La alegría reside en cada uno de nosotros. Que no nos falte
nunca. Que no tengamos que ir cabisbajos por la calle en señal de pena, de que
no estamos contentos con lo que ocurre a nuestro alrededor, que vayamos por la
calle diciendo para nosotros mismos: “viva la vida”.
No vale meterse en la vida de los demás. Cada cual sabe lo que
tiene y lo que no tiene que hacer. Otra cosa es que vaya descaminado y ofenda a
los demás.
A unos les va mejor económicamente, a otros le irá peor, pero
todos tenemos la gracia de vivir, que no es poco.
Teniendo para comer, vestir y un techo que nos cobije,
estamos servidos.
Tenemos todos que trabajar, eso es natural, pero debemos
hacerlo con ganas y con interés servicial, no solo por dinero.
Todos tenemos derecho a la vida, a ser felices. Debemos
ayudarnos mutuamente, sin descanso. Que nuestro descanso sea el saber que lo
hemos hecho bien cada día.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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