Es la persona que tiene mucha vida interior, pero poco ánimo
al enfrentarse a la vida. Es dichoso porque se siente feliz consigo mismo, pero
no es muy hablador y no tiene mucha relación con su entorno de familia y
amigos.
Vive su vida a su manera, a nadie ofende, pero sufre con las
injusticias de este mundo. No está conforme con la forma de proceder de sus
conciudadanos y demás.
Puedes hablarle, que él te contestará, te saludará y
preguntará por tus cosas. No es ambicioso, es tolerante, amigo de los amigos y
de los que no lo son, también. Escribe sus historias, porque no tiene palabras
para dialogar, con los que se encuentra en su camino.
Su afán es reunir al mundo en una gran familia, que todos se
lleven bien y que no haya odio, envidia, avaricia y malos modos. Que la vida
funcione bien, como ha de ser y no como la dibujan los malos con su mal y
mundano proceder.
Le gustaría vivir una larga vida orientada siempre al bien
del mundo. Que las personas se llevaran bien, cada día más y que no hubiese
injusticias, sobre todo, con los pobres de ánimo.
Aunque su final se acercara, el pobre de ánimo, te seguirá
sonriendo. Te seguirá alegrando la vida con sus cosas.
Es feliz fumando un cigarrito o bebiendo un descafeinado,
escribiendo sus historias, tratando de con ellas unir la vida de todos sus
hermanos, que son todos los hombres y mujeres del mundo.
Su vida transcurre lentamente, entre hacer la compra por la
mañana, echarse una siesta y por la tarde, ir a pasar lo que escribe a
ordenador, con el solo ánimo de que lo que narra, llegue a algún corazón bueno
y divulgue el mensaje de paz que quiere, con sus susodichos escritos, llegue a
toda persona buena, que son muchas.
Si este faltase, que alguien mejor le sustituya, por el bien
de toda la comunidad de los hijos de Dios.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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