Una persona educada cae bien en todo sitio. El pedir las
cosas por favor, en un comercio, por ejemplo y dar las gracias tras ser
servido, tiene mucho que decir de una persona bien educada. En un supermercado,
cuando no encontramos algo, vemos a un empleado y le preguntamos: tal o cual
artículo, ¿dónde está, por favor? Él no lo indicará amablemente y nosotros le
daremos las gracias.
Cuando no conocemos al empleado le decimos: señor o señorita,
me puede indicar dónde están las legumbres, por ejemplo. Dicho señor o señorita
se sentirá agasajado y dirá para sí: “que hombre o que mujer más bien educada””
Así da gusto”.
Cuando saludamos a una mujer de cierta edad, debemos decirle:
buenos días señora y nos contestará con gracia. Eso es agradable para ambos y
otra vez será ella la que nos salude a nosotros, si es persona de educación. Si
es de mala educación, no la saludes y asunto solucionado.
Debemos ser servidores y no servidos. Ayudar a quien lo
necesita, en el momento adecuado. Dar, por ejemplo, para el autobús a quien lo
necesita. No fruncir el seño cuando nos piden algo que nosotros, sin gran
esfuerzo, podemos dárselo.
No debemos ser escrupulosos ni mal pensados. No nos debe dar
asco dar la mano a una persona callejera y no debemos pensar mal de él. Que si
está así, por algo será, seguro que es de mala familia, o mil cosas que se nos
pueden venir a la mente en un momento dado.
Resulta que hay mucho aprovechado en la vida y por eso no nos
fiamos. Hemos de tener la vista clara y la mente fría, así como el corazón caliente,
a la hora de tomar una decisión, para que esta sea acertada y justa en los
devatares de la vida.
En nuestro trabajo, debemos ser amables, serviciales y
correctos. Nos querrán los clientes y también nuestros jefes. No pongamos nuca
mala cara a nadie.
Ser correcto y amable no cuesta trabajo y vale mucho.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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