Había una vez una niña que se sentía desgraciada. Nadie la
quería, ni su familia, ni sus compañeros de colegio, ni sus profesores y ella
no hacía más que llorar y llorar. Un buen día se le apareció un hada buena, que
vino a consolarla. Le dijo niña bonita, yo si te quiero y eres una niña muy
linda. En el país del nunca jamás caben todas las niñas como tú, porque tenéis
buen corazón, aunque no seáis muy guapas, tenéis otras cualidades que os hacen
ser queridas por todos los duendes de aquel país.
El hada le cantó algunas cancioncillas, que levantaron el
ánimo de la chiquilla, que desde aquel día vive feliz. No le importaba que la
llamasen fea o mema, ella sabía que todo era mentira, que ella era tan rica
muchacha como cualquier otra.
El hada la visitaba de vez en cuando, para darle ánimos y que
no volviese a caer en la depresión, que tenía cuando la encontró el primer día.
La niña reía sin parar y era muy feliz, porque ya no se sentía desdichada en un
mundo de tontos, que no saben más que criticar. Para todos los desafortunados y
tristes del mundo, han de saber que tienen un hada buena, que vendrá a
consolarles cuando estén tristes y le vaya mal.
Nuestra niña mejoró en el colegio y sus profesores la
estimaban, como una buena chica, que en sus ratos libres cantaba cancioncillas
pegadizas, que alegraba a quien la oían cantar con alegría.
Las hadas no son cosa de cuentos, existen en realidad. Van de
acá para allá, buscando a niños y niñas a quienes consolar, porque le vayan mal
las cosas, porque estén tristes y se sientan desdichados. Si alguna vez te
ocurre esto, piensa en tu hada buena, que en cualquier momento puede aparecer y
hacer cambiar tu cara, chavalÍn, chavalina que no llores por nada, que no te
sientas triste.
Quien no cree en las hadas, es porque no ha sido niño,
necesitado de cariño, de buenas personas que te hagan sentir bien en la vida y
en la convivencia con los demás.
Para los mayores también hay hadas, pero esto es más difícil
de contar.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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