Despierto, que estamos vivos, que somos felices, que nadie
puede con nosotros, porque somos invencibles, que esto es un juego de niños,
que amamos, servimos y disfrutamos con los demás, que Dios nos ama y nos
rescatará para el Cielo, que somos duros como el granito contra el mal que nos
acecha en cada esquina, que somos los reyes de la tierra…
El soñar es libre y cada uno sueña lo que quiere, con su
familia, con sus amigos, con su perrito, con su canario que canta mejor que
ninguno, con cualquier mascota que podamos tener.
Es duro luchar cada día, en nuestro trabajo, en casa, con
nuestros quehaceres. Pero todo tiene su recompensa: si trabajamos, cobramos. En
casa la mujer lucha por su familia, que le paga en cariño. El niño, en la
escuela, se forma para ser un hombre o mujer de provecho, que pueda acceder al
más complicado trabajo.
Hay que soñar con un mundo mejor, sin sufrimiento, donde todo
es alegría. Que el trabajo no sea tal, sino alegría de vivir, en un mundo que
nos ofrece todo lo que podamos imaginar y más.
Nuestra mente no comprende como puede ser ese mundo soñado,
donde todo es bueno y no existe el mal, el engaño y la brujería. Porque allí no
hay mala gente. Todos son buenos a más no poder. No nos fastidian con sus
problemas, simplemente, porque no los tienen.
¿Os imagináis no tener problemas de ninguna clase? Tener todo
el tiempo del mundo para hacer lo que nos apetezca? Ser todos iguales de altos,
de guapos, de salados, de richarracheros, de alegres, de formales, de graciosos
En el fondo del corazón, de cada uno de nosotros, están todas
esas cosas y más, que no podemos imaginar, porque vivimos en un mundo malo y
austero, que en nada se parece a la bonanza del Cielo.
¿Qué os parecería un baño en un mar tranquilo, climatizado y
sin vergüenza de enseñar nuestro cuerpo? Estupendo ¿No?
Todas estas cosas están por llegar. No las dejes escapar.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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