Hoy me he enterado, de buenas a primeras, que mi amigo A.
Corpas ha muerto de un infarto al corazón. Él era joven (58 años) y se dolía de
una rodilla y un hombro, padecía atnea del sueño, pero, que yo sepa, del
corazón, nada de nada.
Ha dejado sola a su madre, de 83 años de edad y que, el único
cariño que tenía en casa era él. Ana, su madre tiene más hijos, pero andan cada
uno por su lado. Antonio le hacía todas las cosas de casa: desde limpiar, lavar
la ropa hasta la comida y el cuidado de ella.
Sus amigos estamos consternados por su repentina muerte y es
que no somos nada en esta vida: hoy aquí, mañana allí. Bueno, pensándolo bien
se ha ido a descansar, a ese sitio que nos tiene reservado Dios, para los que
mueren, entretanto viene Jesús y nos lleva a presencia de su Padre.
Será el día del juicio final, donde se desvelarán todas las
cosas, que cada uno ha hecho, buenas y malas. Las buenas nos alzarán, y las
malas nos serán perdonadas por Dios, Señor nuestro. Ese día enjugará todas las
lágrimas, de los que sufrimos en esta vida, que somos todos.
Dios no disfruta viéndonos en este mundo malo para todos,
sino que sufre y llora por nosotros. Lo hace más por el que más pesares tiene en
esta vida. Los demás también sufren, pero a la vez viven bien, porque no tienen
grandes problemas.
Paco y yo nos hemos quedado sin quien nos aconseje bien. Era
nuestro amigo del alma y nos decía lo mejor para nosotros, seriamente.
Yo quisiera desaparecer de este mundo, como lo ha hecho él,
de repente, sin sufrir, porque bastante tengo ya. Solo por parte de mi familia,
que no sé por dónde anda.
Menos mal que tengo el cariño de mis padres, que sino estaría
como otros enfermos mentales: malviviendo en pisos o casas hogar de Faisem,
donde el cariño no apremia, ya que todo es sufrimiento y mala vida con gente
que no está bien.
Os pido una oración por el alma del buen Antonio, que vaya al
Cielo.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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