No hay unidad en esta sociedad consumista, que apesta a más
no poder. Cada cual
vive su vida lo mejor que puede. Si es posible sin trabajar
y sin hacer nada, tan solo
quejarse de que las cosas van mal.
“No tengo dinero, me hace falta para vivir, no hay trabajo
(ni ganas de hacerlo), mi
trabajo me tiene alt@, no gano lo suficiente, me
gustaría mejorar económicamente (a
costa de los demás), estoy aburrido y
asqueado de esta vida (pero no hace nada para
mejorarla), no admito que nadie
me critique, ya que mi comportamiento es correcto
(eso habría que verlo)”
Cada cual mira a su herman@ o projim@, con envidia, porque él
está mejor que yo.
Quizá no ha mirado bien hacia atrás, el otro puede estar
peor que él y no se queja.
En España podíamos vivir bien, si nos lo propusiéramos.
Lo que pasa es que, cada uno, va a lo suyo y le importa un
pimiento el otro.
Desconfiamos hasta de nuestra propia sombra.
Ahora que la cosa va mejorando, en cuanto a trabajo se
refiere, no queremos hacerlo
porque: “pagan poco”. Quizá sea que quieres que te
lleven el sueldo a casa y de esta
manera, te evitas tener que ir a buscarlo, al
puesto de trabajo.
Somos unos vagos a más no poder. Si pillo la oportunidad de
jubilarme, lo hago y que
trabajen los romanos, que para eso tienen el pecho de
lata.
Yo voy todos los meses al banco a cobrar y viva la Pepa de Puerto
Real.
Esta sociedad da un poquito, o mejor dicho un mucho de asco.
Los hijos se
aprovechan de sus padres, que tienen su paguita. Se la quitan,
literalmente, con la idea
de no tener que trabajar, PORQUE ESO CUESTA UN
TRABAJO.
A la hora de quejarnos, no se nos ponen pelos en la lengua:
“Me duele aquí o allí, no
puedo trabajar, nadie está peor que yo, la vida me
trata mal, debería cambiar para
mejor” (pero no hace nada por conseguir su buen
propósito)
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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