Todo el mundo es bueno mientras no se demuestre lo contrario.
Las personas, por lo general, tienen buenos sentimientos y son colaboradores
con los demás, siempre que no les pidan dinero. Si esto ocurre se les frunce el
seño y miran para otra parte.
Haya paz y no discutamos por cosas en las que estamos de
acuerdo, salvo pequeños matices personales, que a ningún lado llegan. Está
claro que todos no somos del mismo parecer, pero hablemos, sin discutir y si
uno de los dos dialogantes no entra por el aro, el otro se retira y si este lo
hace, pues no puede discutir uno solo.
No te eches piropos a ti mismo, que no son válidos, deja que
la demás gente lo haga. Estos si son veraces y, por tanto, señal que lo que
dicen de ti es cierto y te llegarán al corazón.
Si te ocurre esto, no lo cuentes a nadie. Guárdalos en tus
adentros, como un tesoro inexpugnable, vamos que nadie tiene acceso a ellos. Si
por el contrario, los cuentas a la gente, perderás la gracia que tienen.
Haya paz, entre hombres y mujeres, porque estamos hechos el
uno para la otra y esta para aquel. Entre hombre y otro hombre, porque somos
similares y es bonito llevarse bien. Entre mujer y otra, porque ellas saben
entenderse bien.
Seamos parecidos a niños, que se entretienen con cualquier
cosa, no dicen mentiras, juegan, contestan al saludo que se les hace, con esa
vocesilla de ángel que tienen. Juguemos nosotros a ser personas mayores, con
toda la responsabilidad que ello conlleva, pero imitando, en lo posible a los
niñ@s.
Vayamos nosotros a lo nuestro, sin meternos en la vida de las
demás personas, que hay much@ cotilla por ahí. Si es así, las cosas marcharán
mejor, viviremos felices y comeremos perdices como se decía, antiguamente, al
final de un cuento infantil.
Solo me queda decir que yo doy consejos para aquell@s que los
quieran seguir, que no soy yo nadie para decir lo que se debe o no debe
hacerse, en un momento dado.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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