Desde el más bajito al más alto, el más feo o el más guapo,
hombre o mujer, niño o joven, adulto o persona mayor, todos somos hermanos y
por tanto, merecedores de una vida digna.
Hay gente que se creen que son mejor que otros, por su
situación social desahogada, por estar orgullosos de su trabajo y familia o
simplemente por desprecio a los demás, cosa que no debe hacerse nunca.
Todos valemos para algo, aunque seamos ancianos que necesitan
de cuidados de otras personas, porque ya no pueden valerse solos. No podemos
olvidar que son nuestros padres, que nos han criado y que llegará el día en que
seamos nosotros los que necesitemos cuidados.
Mientras somos jóvenes, no nos damos cuenta de que el tiempo
pasa para todos. Por eso vivamos felices, pero miremos al futuro, porque el
pasado es historia, vivida, pero historia. Ahora miremos al presente y un poco
al futuro, que será nuestro porvenir.
Todos somos importantes y sino que se lo pregunten a nuestras
madres, que se desviven porque sus hijos (pequeños y mayores) estemos bien de
salud y hermanados con toda la familia y amistades.
El niño juega, el joven estudia, el mayor trabaja y los
abuelos los ven a todos y los aconsejan con su sabiduría, de las cosas de la vida,
que aunque haya cambiado mucho, en esencia son iguales.
No debemos insultar a nadie, porque no nos agrade su
presencia. Ese que hoy podemos maltratar, mañana nos puede hacer falta, porque
la vida da muchas vueltas y no podemos caer en el error de faltar el respeto a
ninguna persona, en especial a las mujeres.
Es indudable que las personas que están trabajando, están
produciendo para hacer grande al país. Debemos respetarlos porque tienen que
hacer tareas a veces penosas y porque el trabajo siempre será trabajo y que no
le falte a todo el que pueda trabajar.
Seamos todos algo más que personas, seamos hermanos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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