lunes, 8 de abril de 2019

LA SOLEDAD DE LA CIUDAD


Parece mentira que donde vivimos tantas personas, se pueda sentir soledad. Pero no lo es, cada uno va a lo suyo y si le comentas algo en la frutería, por ejemplo, se enfada.
Este mundo no está hecho para mí. Dos personas que se ven a diario, en el mismo sitio y ni se saludan. Parece que estén ahorrando palabras para cuando venga su vecina, que esta si es buena.
Los amigos de siempre son buenos, pero esto no quita que se hable uno con las personas que coinciden en la carnicería. No sé como explicar lo soeces que son las personas. Con unos se pasan y con otros no llegan. No cuesta nada saludar a una persona.
En el campo se encuentran dos personas y se saludan, aunque no sean familia y entablan conversación de cualquier tema, cosa que en la ciudad no se hace.
Parece que siempre tengamos prisa, que nos va a faltar tiempo para hacer nuestros recados. Tenemos que echar más calma y no ir siempre como si fuéramos a apagar fuego.
No contamos nuestras cosas a los amigos por temor a que nos difamen. Nuestra conversación es: buenos días ¿cómo estás? Y hasta luego. No quiere decir esto que vayamos contando nuestros problemas a todo el mundo, pero un poco de conversación, sin llegar a cosas personales, es buena para todos.
La ciudad está muerta porque no hay calor humano en ella. Nosotros podemos hacer mucho porque reviva. Es una pena una comunidad tan grande y tan vacía de amor.
El calor humano sale del trato con las personas y en ciudad este “deporte” se practica muy poco.
Se reúnen las personas para eventos como pueden ser bodas, comuniones, bautizos, cumpleaños… y todos se hablan. Deberíamos buscar motivos para que nos comunicáramos más.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.

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