Es algo que no podemos controlar. Cada uno tenemos el nuestro
y nos tenemos que amoldar a él. A veces puede ser bueno, a veces cruel y a
veces normalito. El caso es que nos tenemos que ceñir al él y acomodarnos como
mejor podamos.
La buena o la mala suerte de la persona está escrita y nadie
puede cambiarla. Es un juego en el que poco o nada podemos hacer. El destino
viene dado por el comportamiento de la persona. Si esta es dócil y tratable, el
destino se porta mejor con ella. En cambio si es errante e introvertida, mala
tiene su suerte.
“Yo tengo que cambiar mi destino”, pues cambia antes tu
personalidad, tu forma de tratar a las personas que te rodean, verás que cambia
tu suerte. Un día u otro mejorará tu porvenir y serás agraciado con los bienes
del destino.
El amor al prójimo y a si mismo son las bases de la buena
suerte, que vendrá a ti sin llamarla, por su propio pie y sin moverte de tu
sitio. Solo se trata de estar firme en tu puesto y dispuesto a lo que sea por
mejorar tu vida.
La buena persona es el guía del destino de las gentes, la que
guía el porvenir de cada persona hacia el bien o hacia el mal.
No te dejes llevar por malos augurios, que tu destino está
echado y si cambia que sea para bien.
Nadie puede predecir su futuro, este viene dado por las
circunstancias de la vida que hayas llevado y la que hayan llevado tus
antepasados, que hacen que tengas una suerte envidiable y un camino de pétalos
de rosa, sobre los que caminarán tus pies grácilmente. Que tu vida sea un rosal
sin espinas, al que cuidarás con esmero, para que sea arte a la vista de tus
hermanos, mayores y menores.
Se tú mismo el que dirige tu vida, con arte de buena persona,
que no se queja de los males que le puedan sobrevenir.
Hombre se un caballero, mujer se una señora.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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