Un amigo tiene un verdadero tesoro de incalculable valor.
Esta mañana y como todos los domingos, me fuÍ a desayunar con mi amigo Pepe. Le
dije que andaba corto de dinero y le faltó tiempo para decirme que si no era
mucho, él me lo prestaba. Pero yo le contesté que ya lo había arreglado de otra
forma felizmente.
Y eso que para prestar dinero somos un poco reacios, pues no
lo dudó diciéndome que si estaba en su mano, me lo dejaba.
Para este como para otros favores, un amigo está siempre
dispuesto a ayudarte. Por ejemplo, el día veinte tengo que hacerme una prueba
médica y resulta que es a las nueve y cuarto de la noche. Pues bien, no tuve
más que decírselo y se ofreció a ir conmigo, pues no hay nadie que pueda
acompañarme.
Estos gestos no los hace un cualquiera, tiene que ser un
amigo de verdad. Él no puso pegas, se ofreció a acompañarme sin más. Yo le
agradezco de corazón que se haya brindado tan graciosamente a acompañarme,
porque es una prueba de importancia para mí.
Tesoros como Pepe tengo yo pocos, o casi el único, porque él
tiene su vida, que se ve interrumpida por mi necesidad. Antonio también está
ahí para cuando haga falta algo, pero a Pepe lo veo todos los domingos y a
Antonio, no.
Hay que ser agradecidos y devolver los favores a estas personas.
Yo le he prometido que, después de la prueba, lo invitaré a lo que quiera
tomarse. Es grande el esfuerzo de ir desde su casa hasta el hospital Carlos
Haya, esperar cerca de una hora y luego venirnos.
Por eso te pido que si tienes un tesoro, que lo cuides con
esmero y que le devuelvas los favores, que hay pocos como Pepe.
Pepe es desenfadado, le gustan las bromas y es agradecido a
más no poder. Por estas y otras cosas yo lo quiero como se quiere a un hermano,
que es lo que para mi representa.
Que no falten los amigos como Pepe y Antonio nunca.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario