martes, 16 de abril de 2019

COMO OVEJAS SIN PASTOR


Se quedaron un grupo de hombres y mujeres que no tenían capacidad para arreglárselas por si solas. Para ello, en su día se creó una comunidad regentada por un hombre de bien, que les cuidaba, daba de comer y ayudaba en sus tareas, que eran trabajos manuales, informática y ocio en general.
Llegó un día, que por falta de medios económicos, mandaron a estos hombres y mujeres a una casa alejada y sin el buen hombre que los cuidaba.
Estas personas no querían estar solas. En lugar del hombre que los cuidaba, dejaron a dos o tres de los más despabilados a cargo de aquello que se suponía su hogar.
Para convencerlos les dijeron que allí estarían mejor, administrándose ellos mismos. Para ello les dieron un poco de dinero, para contentarlos, pero ellos no eran tontos. Les habían dado gato por liebre.
Cada cual cogió el camino que pudo, pero por el hogar no iban para nada. Era pequeño, con malos apaños y sobre todo les faltaba el pastor, que los guiase cuando se encontraran perdidos.
Los engañaron como a memos, creyéndose ellos mismo que saldrían adelante, que eran capaces, pero no lo eran. Estos pequeños necesitaban a alguien que los cuidase y se encargara de administrar el dinero.
Andaban como ovejas descarriadas y ninguno estaba conforme con el nuevo hogar, que les habían buscado.
Nadie iba por allí, algunos se ponían muy bien puestos, diciendo que eran autónomos, pero a la hora de la verdad, nadie estaba dispuesto a hacer nada por la casa ni por los compañeros.
Algunos de ellos eran tercos y seguían insistiendo en que solos estaban mejor.
Pero: ¿dónde estaban mejor? En un mundo que no les quería por su debilidad. Descarriados por esas calles mundanas que no se hacían cargo de ellos.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.  

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