Este mes como he cobrado más, les he dado a unos pobres un
poco de dinero y resulta paradójico lo agradecidos que son. Con unas cuantas de
monedas se sienten como reyes y te lo hacen saber.
Una es una chica madre sin marido y con dos hijos que se
alegró mucho cuando vio el dinero que le daba. Otro es un primo mío que no
tiene ingresos y no puede trabajar, ya que está enfermo.
Yo soy pobre, pero desde ayer cobro un poquito más y me gusta
dar una limosnilla a quien le pudiera hacer falta. No hay que desprenderse de
una gran cantidad de dinero, basta con unas monedas que hacen feliz a un pobre
que no tiene nada.
No podemos negar que somos un poco tacaños a la hora de dar
algo. Nos cuesta desprendernos de unos euros, cuando nosotros tenemos muchos
para nuestros gastos que también son importantes.
Hay muchas personas que viven de la caridad y muy pocos los
que se acercan a ellos con intención de darles algo para que también puedan
comer y vestir dignamente.
Son personas como nosotros y tienen unas necesidades mínimas
que cubrir que no son tomar café o una copa en un bar. Eso si que no es
necesario para nadie y algunos tenemos para eso y para más y no se nos ablanda
el corazón ante una persona que pide unas monedillas.
Me gustaría que mi mensaje llegase a algunos de vosotros,
algunos muy beatos, pero no dan ni los buenos días y eso no es justo conforme a
la ley de ese dios que ellos defienden a capa y espada y que no es más que el
demonio disfrazado.
Llevemos bien las cuentas que lo que es justo es justo y lo
que no lo es no lo será nunca.
Prácticamente vamos a estar igual con un poco menos y ellos
podrán llevar una vida decente, que no es estar rogando un céntimo en la puerta
de un comercio.
JOSÉ ANTONIO MÉRIDA.
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